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Sunday, 1 June 2014

¿El fin del marketing?

Por César Pérez Carballada








Los hechos que siguen están basados en una historia real.

Un Director de Marketing, acelera su paso por los pasillos, se dirige al despacho del CEO, su secretaria lo convocó hace poco más de media hora sin muchas explicaciones. Al entrar ve que su jefe está sentado revisando unos papeles con cara de preocupación: “-Hola Miguel, te estaba buscando…”

El Director de Marketing, rápido de reflejos, tratando de anticipar la jugada dice: “Si es por la cuestión del atraso en los anuncios de la campaña ya estamos trabajando en ello, pero vamos a necesitar un poco más de presupuesto”.

El CEO deja de mirar los papeles por un instante para fijar su atención en el Director de Marketing y acomete con la cuestión principal: “Miguel, vamos a tener que suspender la campaña”.

El Director de Marketing lo mira sorprendido y responde rápidamente: “Pero si son unos anuncios muy buenos, llenos de creatividad, todos aquellos que los han visto ríen a carcajadas, además cumplen muy bien el rol de responsabilidad social”.

El ejecutivo no se puede contener y responde: “Miguel, el problema es que los anuncios no tienen ningún impacto en las ventas”.

A lo que el Director de Marketing replica: “Pero es que Ud. no entiende, el objetivo de nuestros anuncios no es vender, es lograr que nuestro marketing esté en completa armonía y equilibrio con los sentimientos y los sentidos”.

En este contexto, una respuesta como esta nos suena ridícula aunque no sea tan extraña en el mundo del marketing (de hecho es una opinión real). Podemos anticipar lo que el CEO piensa ante tal argumento: “Si el objetivo del marketing no es vender, ¿entonces para qué nos gastamos tanto dinero en algo que no tiene ningún retorno?”

Incluso podríamos imaginar cómo continúa esa conversación. No sabemos si el CEO simplemente recorta todo el presupuesto de marketing o si además echa al Director de Marketing, pero podemos anticipar con certeza que la historia no tiene un buen final para este último.

¿EL OBJETIVO DEL MARKETING NO ES VENDER?

Si alguna persona aún piensa que el marketing tiene otro objetivo que no sea vender, podemos usar otro ejemplo. Imaginemos que Ud. tiene una bicicleta y quiere venderla. Imaginemos que una persona viene y le pide 100 Euros para publicar una historia que será muy divertida y armoniosa pero que no hará que nadie lo llame para comprarle la bicicleta. ¿Ud. aceptaría?

Y si no acepta esa propuesta para vender su bicicleta, ¿por qué debería aceptarla una empresa?


Ya lo decía uno de los creadores de la publicidad moderna, David Ogilvy (1) describiendo un fenómeno que comenzaba a ocurrir a finales de los 1980s: “cuando escribo un anuncio no quiero que me digas que es ‘creativo’, quiero que lo encuentres tan persuasivo que te haga comprar el producto, o comprarlo más frecuentemente. Esa ha sido mi filosofía durante 50 años y nunca la he abandonado (…) Basta de publicidad que se olvida de ofrecer un beneficio, o que hace un alarde de pura creatividad, si alguien se gasta su presupuesto entreteniendo al consumidor, es un tonto, ningún ama de casa comprará un detergente porque el fabricante le ha contado un chiste en la TV la noche anterior, lo compra porque le han prometido un beneficio (…) hoy en día los departamentos creativos y las agencias están dominados por especialistas en TV cuya ambición solo es ganar premios en los festivales, estos creativos del entretenimiento le han provocado un gran daño al negocio de la publicidad”.

Está claro que la creatividad es un elemento esencial en el marketing ya que en una sociedad sobre comunicada y saturada de mensajes, si no encontramos la manera de diferenciar nuestra comunicación, los consumidores harán caso omiso y ni siquiera la percibirán como resultado de la atención selectiva. Así la creatividad juega un rol esencial en la creación de mensajes diferenciados.

El problema aparece cuando se pierde el foco y se piensa que el marketing tiene otros objetivos no relacionados con las ventas.

Esta mentalidad no solo es perjudicial para la industria de la publicidad, es también la culpable del declive de las marcas. Si la publicidad solo entretiene y gana premios pero no vende es porque no promete ningún beneficio y si no promete ningún atributo diferencial, ¿cuál es la razón para pagar un precio mayor por una marca reconocida?

Claro que es más fácil sucumbir al ego y buscar aplausos en lugar de ventas, pero cuanto más se enfocan los publicitarios en producir anuncios “creativos” per se, menos razones le dan a los consumidores para elegir a las marcas y como resultado, más se debilitan los vínculos entre estas y las personas. Como decía Raymond Rubicam (2), fundador de Young & Rubicam: "el objetivo de la publicidad es vender bienes, no tiene otra justificación digna de mencionar".


Esta conclusión no es nueva. Hace más de 90 años Claude Hopkins (3), uno de los padres-fundadores de la publicidad decía: “La publicidad no existe para generar un golpe de efecto, no está para poner el nombre del producto en frente de las personas, el rol de la publicad es vender.

Varias décadas después, Sergio Zyman (4), el ex-Director de Marketing de Coca-Cola Company, coincidía: “El marketing tiene que impulsar a los consumidores a actuar. El objetivo no es la notoriedad. No quiero un consumo virtual, lo único que importa es el consumo real (...). Una campaña que no consiga que los consumidores compren más es, por definición, una porquería".


Algunas empresas tienen muy claro este objetivo porque su negocio depende del marketing. Son típicamente empresas de venta directa o empresas que han estado haciendo marketing durante siglos (como P&G). Son generalmente clientes difíciles para sus agencias de publicidad porque exigen resultados: respuestas, ventas, cuota de mercado. Estos clientes le dirán a sus agencias rápidamente (y a veces de forma poco amable) si sus anuncios están funcionando o no. Pocos publicitarios quieren trabajar con esas empresas porque son “clientes difíciles”, prefieren clientes con objetivos más vagos como “difundir nuestro buen nombre”. Aun mejor resultan aquellos clientes que determinan sus inversiones de publicidad simplemente repitiendo lo que han hecho el año anterior y evalúan sus anuncios respondiendo a una simpe pregunta: ¿les gusta a nuestros consumidores?

Esta última pregunta es particularmente engañosa. En los 1950s una empresa cervezera basada en New York llamada Piels tenía unos anuncios (basados en cartoons creados por Y&R) tan populares que el público reclamaba que los siguieran emitiendo cuando los retiraban del aire. Pero cada vez que los volvían a emitir, las ventas bajaban!. De la misma manera, durante muchos años Isuzu (automotriz) seguía emitiendo sus anuncios en los EE.UU. porque habían ganado muchos premios aunque no tuvieran ningún impacto en las ventas (2).


Así como la publicidad, toda actividad de marketing debe tener como objetivo vender más productos a más gente con mayor frecuencia. La única diferencia entre todas las potenciales actividades del marketing es en cómo contribuyen a ese objetivo.

Algunas actividades generan ventas directas e inmediatas, por ej. una promoción en el punto de venta, mientras que otras son indirectas y toman más tiempo, por ej. el entendimiento que proviene de una investigación de mercado se aplicará a otras actividades que a su vez generarán ventas. De la misma manera, una reducción en el precio probablemente incremente las ventas a corto plazo, mientras que un anuncio en TV requiera cierto tiempo hasta que la frecuencia de visionado del mismo sea suficiente como para alterar las actitudes y comportamiento de los consumidores.

Quizás sea esa dilación en el tiempo la que brinda la tentación o provoca el error de olvidarse del verdadero objetivo de toda actividad de marketing: incrementar las ventas.

Si le damos nutrientes a una planta y no vemos cómo crece inmediatamente, una persona distraída podría asumir que los nutrientes no tienen como fin el crecimiento de la planta, pero la realidad es otra: la planta crece –entre otras cosas- gracias a los nutrientes, así como las ventas se logran -entre otras cosas- gracias al marketing.

EL FIN DEL MARKETING

Una vez que entendemos que el objetivo primordial del marketing es lograr vender los productos de la empresa, ya sea en el corto o en el largo plazo, de forma directa o indirecta, nos resulta alarmante una tendencia que se manifiesta cada día.

Numerosos pseudo-expertos de marketing nos tratan de convencer de que el marketing tiene fines más altruistas que vender.

Algunos dicen que el marketing debe generar emociones o entretener y se vanaglorian de los premios que han ganado aunque el impacto en las ventas haya sido nulo. Otros hablan de marketing social, confundiendo la misión de una ONG con la de una empresa. Y otros directamente piensan que vender es un fin vil no digno de sus esfuerzos.

Frases vacías muy emotivas pero sumamente peligrosas. Porque cuando las personas encargadas de hacer marketing dejan de entender para qué hacemos marketing, los responsables finales de las empresas (Presidentes, CEO, accionistas, etc.) tienen toda la razón al considerar al marketing como algo superfluo del cual se puede prescindir, sin darse cuenta de que el problema no es el marketing, sino esas personas confundidas.


La situación ya es alarmante cuando esta confusión llega a algunas Asociaciones oficiales de marketing que la incentivan enviando emails institucionales donde ponen “El buen marketing NO es el que consigue vender” (sic) o filmando vídeos y apoyando testimoniales de los jurados de sus premios nacionales de marketing que dicen: “¿El buen marketing es el que consigue vender? No, el buen marketing es el que consigue una armonía, un equilibrio entre los sentimientos, los sentidos y los valores” (sic). En este punto ya no se sabe si estamos hablando de marketing, de new age, de feng-shui o de astrología.



El día que la confusión pasa de ser individual a institucional, ese día quizás sea el principio del fin del marketing. Y el día que la mayoría de los responsables de marketing compartan esta confusión, ese día el marketing definitivamente habrá dejado de tener sentido y tendrá merecido su desaparición. No dejemos que ocurra.

UNA CONFUSIÓN GENERALIZADA

Para aquellos que realmente entienden cómo se hace un “buen marketing” puede parecerles exagerado tanto hincapié en explicar el verdadero fin del marketing. Pero es sorprendente la cantidad de gente que aún está confundida en esta cuestión. Ya en los 1980s un encuesta entre ejecutivos senior de marketing en el Reino Unido encontró que cerca del 80% pensaban que la publicidad tiene otro propósito primario que no es vender (2). Al hablar con muchos ejecutivos de marketing vemos que esa confusión continúa hasta nuestros días.

Las universidades y escuelas de marketing y publicidad no ayudan demasiado ya que no son claras al respecto, quizás porque piensan que reconocer un fin tan simple y básico como vender no es “cool” y las haría perder cierto prestigio o altura académica. Tampoco ayudan algunas publicaciones especializadas quizás tratando de elevar el tono artístico del marketing y lograr un mayor reconocimiento fuera de la industria.

Incluso muchos profesionales del marketing prefieren la confusión ya que si nadie sabe para qué sirve el marketing, ¿entonces cómo se puede evaluar una campaña o sus resultados? Bajo estas condiciones es relativamente fácil trabajar en la industria solo con tener una mente ágil y una personalidad halagadora y elocuente.

Ante tantas fuentes contribuyendo a la confusión, ningún esfuerzo que busque clarificar resulta superfluo. Si Ud. es uno de aquellos que tiene claro que el marketing existe para vender, entonces contribuya a erradicar la confusión dentro de su ámbito de actuación. Y si Ud. aún piensa que el marketing tiene otros fines que no sean vender, la próxima vez que tenga que vender una bicicleta estaremos encantados de aceptar sus 100€ para hacerle un anuncio bonito. Eso sí, no espere ni una sola llamada de potenciales compradores.


                                     


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Fuentes:
(1) “The king of Madison Avenue, David Ogilvy and the making of modern advertising”, Kenneth Roman, Ed. Palgrave Macmillan, 2010
(2) “Common sense direct & digital marketing”, Drayton Bird, 5th edition, Kogan Page, 2007
(3) “Scientific Advertising”, Claude Hopkins, 1923
(4) “El final del marketing que conocemos”, Sergio Zyman, Ediciones Granica,S.A., 1999




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Autor: César Pérez Carballada
Artículo publicado en
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Monday, 10 December 2012

En el centro se vende más

Por César Pérez Carballada





Cada vez que seleccionamos ropa que está colgada en una barra, platos en un buffet o una película en un servicio online, estamos eligiendo opciones que se nos presentan de forma horizontal.

Incluso en el lineal del supermercado los productos no pueden colocarse muy alto, sino quedarían fuera del alcance de los consumidores, con lo cual se colocan comúnmente de forma horizontal a lo largo de la góndola.

Ahora bien, el lugar donde se ubica un producto, ¿tiene algún impacto en sus ventas?

En el sector de la distribución generalmente se asocia el espacio ubicado entre las rodillas y el nivel de los ojos como la mejor zona, donde se registran mayores ventas, básicamente porque es el lugar donde más fácilmente se pueden alcanzar los productos.

¿Pero qué hay sobre la distribución horizontal?

Un estudio reciente (1) realizado por académicos de la universidad HEC en París han encontrado que esa distribución horizontal tiene un alto impacto.

EL CENTRO DE LAS VENTAS

Como parte del estudio los académicos les pidieron a un grupo de consumidores que eligieran una marca (entre 9) en una página online, luego repitieron el experimento con marcas de bebidas energéticas ubicadas en una góndola real, variando simplemente la ubicación horizontal de los productos. De esta manera pudieron identificar el impacto de la ubicación en las ventas, tanto en un entorno online como en uno físico. Llamativamente, en ambos casos los consumidores  desproporcionadamente eligieron en mayor cantidad a la marca que estaba en el centro.


La marca central fue elegida un 45,3% de las veces, mientras que las marcas ubicadas a los costados solo un 27,3% en promedio, es decir que simplemente cambiando la ubicación horizontal de un producto, ¡se pueden incrementar las ventas un 66 %!

Esta realidad (que los consumidores eligen desproporcionadamente al producto situado en el centro) ha sido ampliamente documentada en estudios anteriores (2) (3) (4), de hecho en categorías de muy baja involucración este porcentaje es aun mayor (por ej, en sillas 71% y en resaltadores 68%) pero lo innovador de este estudio en particular fue que exploraron la razón de tal fenómeno: mientras los consumidores realizaban su elección, los académicos utilizaron un aparato que mide los movimientos de los ojos al milisegundo, analizando qué producto miraban en cada instante.

En el análisis observaron que los consumidores inicialmente miran al producto del centro, para después observar los demás, pero poco después la observación comienza a concentrarse en el centro en lo que se conoce como el “efecto cascada de la mirada” (“gaze cascade effect”) fijando la atención en la marca central durante los 5 segundos anteriores a la decisión.

Biológicamente, nuestros ojos se sienten más cómodos mirando hacia adelante de forma recta, en lo que se conoce como la “reserva orbital” (“orbital reserve”) además la forma de abarcar la mayor visión posible es mirar al medio, con la visión periférica captando el resto, pero al analizar en detalle los movimientos de los ojos en los experimentos los académicos descubrieron que la mirada inicial al centro no es la que predice la selección final, ya que es mucho más sistemática, sino los momentos finales cuando la mirada regresa al centro. Solo este último proceso estuvo correlacionado con la marca elegida.




Es más, la marca elegida no necesariamente era la que estaba en el centro geométrico de la estantería o de la pantalla, sino aquella en el centro de la categoría en cuestión, ya que el efecto se manifiesta de forma relativa dentro de cada categoría, por ejemplo, si el lineal tiene un número impar de “displays” pero las bebidas energéticas ocupan solo una porción de ellos la marca más elegida no es la que está en el “display” central (centro geométrico del lineal) sino aquella que está ubicada en el medio de los “displays” ocupados por las bebidas energéticas. Esto se encontró probando distintas configuraciones de góndolas, y en todos los casos se observó el mayor impacto de la marca en el centro. 

Selin Atalay, la académica que lideró los estudios, comenta: “cuantas más opciones tiene un consumidor (cuanto más difícil es elegir), más fuerte es la influencia de la ubicación central”.




Ahora bien, si una marca no puede optar a la ubicación central, ¿hay alguna diferencia entre los dos laterales? En el estudio se encontró que los productos  a la derecha del centro (desde la posición del consumidor) reciben en promedio el 32% de las compras (5), mientras que los ubicados a la izquierda solo el 24%, con lo cual elegir la ubicación derecha puede incrementar las ventas un 33% vs. la izquierda.

Llamativamente el proceso de selección de la marca que se sitúe en el centro se lleva a cabo de forma inconsciente, porque cuando en el estudio se les preguntó a los consumidores la razón por la cual habían elegido el producto, trataron de justificar su elección mencionando ciertas propiedades físicas (“la otra tarta tenía menos crema”) pero no pudieron recordar las características de la marca elegida, sugiriendo que no eran conscientes del proceso visual que los llevó a elegir la marca en cuestión.

Esta fuerte tendencia a seleccionar el producto en el centro puede ser utilizado para incentivar las ventas de aquellos productos con mayor margen o en el caso de los distribuidores, las ventas de sus propios productos.


*****


Como concluye la académica que lideró el estudio: “en categorías de baja involucración y con alta frecuencia de compra, cuando los consumidores eligen entre marcas con las cuales no están familiarizados pero son semejantes, el proceso de búsqueda visual y la elección de la marca están influenciados por la ubicación central de un producto”.

Es verdad que en marcas que tienen un mayor grado de diferenciación y preferencia por parte de los consumidores, la ubicación será menos importante, pero considerando que muy pocas empresas han logrado posicionar sus marcas logrando esta diferenciación, los resultados del estudio se pueden aplicar a la gran mayoría de los productos reales.

Ahora Ud. ya sabe, si puede elegir la ubicación de su producto, recuerde el poder que tiene el centro, tanto en un lineal como en una página de Internet.




                                     


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Fuentes:
(1) A. Selin Atalay, H. Onur Bodur, and Dina Rasolofoarison, “Shining in the Center: Central Gaze Cascade Effect on Product Choice”, Journal of Consumer Research, Vol. 39, No. 4 (December 2012), pp. 848-866
(2) Christenfeld, Nicholas (1995), “Choices from Identical Options”, Psychological Science, 6 (January), 50–55.
(3) Shaw, Jerry I., Jon E. Bergen, Chad A. Brown, and Maureen E. Gallagher (2000), “Centrality Preferences in Choices among Similar Options”,  Journal of General Psychology, 127 (April), 157–64.
(4) Chandon, Pierre, J. Wesley Hutchinson, Eric T. Bradlow, and Scott You (2009), “Does In-Store Marketing Work? Effects of the Number and Position of Shelf Facings on Brand Attention and Evaluation at the Point of Purchase”,  Journal of Marketing, 73 (November), 1–17.
(5) “The product in the center of the shelf is the winner”, Research watch, Harvard Business Review, November 2012




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Autor: César Pérez Carballada
Artículo publicado en
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Monday, 9 July 2012

Los códigos QR comienzan (finalmente) a despegar

Por César Pérez Carballada







Corría el año 1994 cuando una empresa llamada Denso Wave, parte del grupo Toyota, desarrolló un nuevo código “de barras” llamado QR (las siglas corresponden a las iniciales de “quick response” o respuesta rápida).

La idea de Denso Wave era crear un código “de barras” en 2 dimensiones que pudiera almacenar más información y fuera la evolución natural del viejo código de barras unidimensional. Este tradicional código había logrado ser universalmente utilizado pero las empresas necesitaban incorporar más información (el tradicional código almacena solo unos 20 dígitos), algo que no se podía hacer sin agregar más líneas, aumentando el tamaño y ocupando demasiado espacio. Así nació ese sello con pequeños cuadraditos negros y blancos que se puede ver en anuncios y productos en todo el mundo.


El código QR cumple el objetivo ya que gracias a tener dos dimensiones logra codificar, en una fracción del espacio, cientos de veces la información que almacena el clásico código de barras. Además es muy dúctil ya que puede ser escaneado 360° en cualquier dirección y aun así permite decodificar su contenido, algo que logra gracias a los rectángulos ubicados en 3 de sus ángulos y el pequeño punto abajo a la derecha, característica que comparten todos los códigos QR.

En sus inicios el código QR se utilizaba para gestionar inventarios de partes de automóviles, pero gracias a la cantidad de información que permite almacenar, su facilidad de uso, exactitud y rapidez de lectura, otras industrias comenzaron a utilizarlo. Esa expansión se vio facilitada porque Denso Wave, la empresa que lo desarrolló el código y que actualmente posee su patente, permite utilizarlo libremente. Sin embargo, la verdadera explosión en su uso tuvo lugar con la llegada de los smartphones los cuales, con una cámara y un sofwate lector, pueden decodificar la información almacenada en un código QR fácil y rápidamente en cualquier lugar donde uno se encuentre.



Las empresas vieron así una forma fácil de hacer que los consumidores que leían un anuncio o estaban frente al producto pudieran navegar en un sitio web específico, hicieran una llamada telefónica, enviaran un email o vieran un vídeo en YouTube, todo sin tener que teclear complicadas direcciones URL, simplemente escaneando un código QR para expandir la relación entre la empresa y el consumidor en una versión moderna del tradicional “para más información…”.

De hecho, los códigos QR pasaron a ser el vínculo perfecto entre el mundo offline y su versión online, convirtiéndose en una especie de “hipervínculos” impresos en papel, que permiten que una comunicación de una empresa en el mundo real derive en otra comunicación en el mundo virtual.

Otra de las ventajas de los códigos QR es su facilidad de medición. El éxito de una campaña puede ser fácilmente determinado midiendo el número de escaneos o incluso mediante cualquier métrica tradicional de marketing directo (números de “leads”, cantidad de cupones redimidos, número de productos vendidos, etc).

Con todos estos beneficios los códigos QR parecían destinados a triunfar, sin embargo, el éxito nunca se materializó. A excepción de Japón, donde los fabricantes de móviles y operadores de redes incorporaron estos códigos de forma masiva desde el año 2002, en el resto del mundo pocas empresas decidieron adoptar esta funcionalidad en sus anuncios o comunicaciones.


Parecía que los códigos QR serían otra de esas promesas con gran potencial que nunca se concretan hasta que recientemente, poco a poco y sin grandes alardes, estos códigos están comenzando a lograr aquella presencia tantas veces anticipada.

CONSUMIDORES Y EMPRESAS

En Abril de 2012 casi el 20% de los usuarios de smartphones en EE.UU. escanearon un código QR, aumentando más de un 30% vs. el año anterior. En Japón, país donde este código nació, es usado por 1 de cada 3 usuarios mientras que en España su uso se ha duplicado en un año, alcanzando el 15% de los usuarios de smartphones (1).


Esas cifras pueden parecer pequeñas, pero si vemos los ratios de crecimiento rápidamente entenderemos que, si la tendencia se mantiene, en pocos años la mayoría de la gente usará estos códigos. Y aun más importante, ya está alcanzando suficiente masa crítica como para ser considerado seriamente.

Por el lado de las empresas, en EE.UU. un 50% usan los códigos QR para interactuar con sus consumidores en el entorno móvil, por encima de la creación de apps, m-commerce o SMS (2) y el 75% de los retailers online los usan, según un informe de Forrester (1).


El incremento en la adopción de códigos QR por parte de las empresas se está acelerando. Como muestra otro informe (3): el 47% de las empresas están integrando estos códigos a sus programas de marketing, vs. solo el 8% un año antes, mientras que otro 15% aun no lo utiliza pero ya lo está considerando.


El mayor uso que le dan las empresas a los códigos QR es en los catálogos impresos y en otros materiales de marketing directo.


Esta tendencia se verifica en otros informes, ya que según comScore el mayor uso de los códigos QR es para brindar información de productos y ofrecer cupones u ofertas especiales (en Japón esta última es la alternativa más elegida).


CÓMO SE PUEDE USAR

Ante este crecimiento en el uso de los códigos QR, tanto por el lado de los consumidores como por el lado de las empresas, cabe preguntarse, ¿por qué no ocurrió antes? Parece que estos códigos se tomaron casi una década para comenzar a ser utilizados en Japón y otra década para ser utilizados en el resto del mundo.

Parte de la respuesta a ese interrogante subyace en la penetración de los smartphones. La proliferación de estos dispositivos, con cámaras de alta definición y conexión a Internet, junto con la reducción en las tarifas de datos en cada país, han facilitado y cimentado el camino. También se debe considerar que a las personas les ha tomado tiempo darse cuenta de por qué algunos anuncios incorporaban esos cuadraditos misteriosos y para qué servían. Finalmente, quizás la variable más importante, los ejecutivos de marketing se han dado cuenta de cómo usar los códigos QR: no basta con poner un link a la home page de la empresa, ya que eso aporta poca información adicional al consumidor. Resulta mucho más efectivo dirigir a los consumidores a una promoción online especial, a una página que ofrezca un cupón o a una página específica del producto en cuestión que contenga información detallada (a fin de cuentas es lo que el consumidor está buscando) y que incluso ofrezca la posibilidad de comprarlo allí mismo.

Algunos usos para estos códigos:
  • En un cartel en la vía pública que promociona una película permite ver el tráiler online en el móvil en el mismo momento en que se vio el anuncio (tal como se hizo con la última película de Indiana Jones en EE.UU. hace unos pocos años).


  • En un catálogo de ropa puede incorporar, para cada producto, un código que redirija a la página web donde se pueden ver los diferentes colores y diferentes variedades de ese producto específico (como hizo hace un par de años Ralph Lauren), así como la opción de comprarlo online sin perder más tiempo.


  • En un anuncio de prensa de una cadena de supermercados puede dirigir a un cupón con un descuento válido para los próximos días.
  • En el envase de una marca de comida direcciona a una página con la información nutricional (como ha hecho McDonalds) o a un vídeo en YouTube (como hizo recientemente Kellogg’s en su campaña “it’s morning somewere”).


  • En un anuncio de un banco en la marquesina de la parada del autobus puede abrir una página web con un mapa mostrando las sucursales más próximas (como hizo TD Bank en EE.UU.)


  • En un catálogo de una cadena de supermercados puede direccionar a vídeos donde se muestra el uso del producto (como hizo el distribuidor Target en EE.UU. con su campaña de juguetes para navidad).


  • En un folleto de una empresa industrial puede guiar a la página web donde se explican los detalles del proceso de fabricación de un determinado producto.
  • En un anuncio de una exposición o un evento puede agregar los detalles como la fecha, el lugar y demás datos directamente en el calendario del móvil (como hicieron los organizadores del Festival de Jazz de Rochester)


  • En un anuncio en una revista de una empresa aseguradora de coches puede redireccionar al número de teléfono de venta de la empresa, para que la persona ni siquiera tenga que marcar el número.
  • En las camionetas de reparto de un servicio de correo privado, guía a una página web con los diferentes productos y sus tiempos de entrega.


  • En una góndola virtual impresa en papel en las paredes del metro los consumidores pueden comprar cada producto escaneando su código y después recibirlos en casa (como hizo el supermercado Tesco en Corea del Sur para ganar cuota de mercado sin abrir tiendas aumentando sus ventas online un 130% -ver abajo primera foto- o como también hizo el supermercado Jumbo en Chile -ver abajo segunda foto-).


  • Dentro de unos zapatos direcciona a una página web con un vídeo donde se muestra cómo se ha fabricado el zapato (como hizo la marca John Fluevog en EE.UU.)


  • En una presentación de prensa puede brindar acceso a documentos complementarios con información adicional (como hizo el ministro de Hacienda de España Cristóbal Montoro al presentar los Presupuestos 2012)


  • En una tarjeta de visita de un ejecutivo puede redirigir al sitio de la empresa, al perfil del ejecutivo en una red social como LinkedIn o incluso puede agregar los detalles de contacto directamente en la agenda.



Estos no son más que algunos casos para ejemplificar la variedad de uso de los códigos QR en un amplio rango de sectores. De cualquier modo no hay que olvidar que el código QR es el puente entre el mundo offline y el online, permitiendo a los consumidores moverse fácilmente de uno a otro sin tener que escribir complicadas direcciones URLs, con lo cual la página de destino tiene que tener exactamente lo que se ha prometido: información específica adicional sobre el producto en cuestión e, idealmente, la forma de comprarlo.

Bien gestionados, los códigos QR pueden ser un gran amplificador de los materiales de marketing tradicionales, empujando a los consumidores un paso más en el embudo del marketing. No hay que perder de vista que el objetivo final es hacer una venta; no hay nada más ineficiente que lograr capturar el interés de un consumidor para después dejarlo a mitad de camino, tal como explica Roger Marquis en su blog ‘2D bar code strategy’: “un ejemplo de lo que no hay que hacer es Buick [la marca de coches]. En uno de sus últimos anuncios incorpora un código QR que lleva a un vídeo explicando cómo funciona la tecnología eAssist, proveyendo información valiosa, pero cuando el vídeo termina no ocurre nada, no hay un link a una página del producto, ni una aplicación para encontrar un concesionario, nada de nada. ¡Eso es una oportunidad perdida!”.



Al final de cuentas un código QR transforma a cualquier anuncio en uno de respuesta directa, y por ende hay que concretar esa “respuesta”, ya sea una venta directa o al menos un “lead” que pueda transformarse en una venta. Como todo anuncio, debe vender, ya sea de forma directa o indirecta, sino simplemente es un desperdicio de dinero.

Por último 5 consejos al usar un código QR:

  • El código tiene que estar ubicado en un lugar que sea accesible y dentro de un contexto apropiado, algo que puede parecer evidente, pero que no todos consideran como se puede ver aquí o aquí
  • El “call to action” debe ser claro explicando qué tiene que hacer el consumidor y qué obtendrá a cambio de tomarse el trabajo de escanear el código (por ejemplo en un anuncio de zapatos, “escanee con su móvil este código para ver los colores disponibles y obtener un 10% de descuento”). Algo de valor es un descuento, los primeros capítulos de un libro, unas consumiciones gratis en un bar o información de valor, pero claramente no lo es un link a la home page de la empresa o a su página en Facebook.
  • La página hacia donde se direcciona el consumidor debe estar optimizada para móviles, algo evidente pero que no siempre se cumple. Idealmente esa página debe ser única y específica en relación con el anuncio donde está ubicado el código original (lo que en inglés se conoce como “land-page”) así se asegura la coherencia en los mensajes antes y después del uso del QR. Además esto nos permite probar y testear diferentes “call-to-actions” y diversos mensajes para ver cuál es más eficaz (con un testeo A/B Split)
  • Los QR son más claros y fáciles de escanear si codifican una URL acortada en lugar de la URL completa (se puede acortar una URL a través de varios servicios gratuitos como bitly, goo.gl y TinyURL).
  • Los códigos QR no tienen por qué ser feos ni aburridos. Gracias a la tecnología de codificación, los bordes pueden ser redondeados e incluso se puede agregar el logo (o cualquier ilustración) cubriendo hasta 30% del código sin que se pierda información (algunos ejemplos aquí). Aunque se debe tener la precaución de no confundir a los usuarios: un código QR tiene que verse como uno, sino los consumidores se creerán que es una ilustración más y el código no cumplirá su función.

*****

Después de muchos años de ser una eterna promesa, los códigos QR finalmente comienzan a despegar. Las empresas se vuelcan masivamente a incorporarlos en sus campañas mientras que la cantidad de consumidores que los escanean crece aceleradamente (¡duplicándose en España en tan solo 1 año!).

Bien gestionados, estos códigos pueden multiplicar el efecto de un anuncio o un catálogo, lo cual ya es una buena razón para usarlos. También debemos recordar que una cantidad de consumidores ya los están usando, y si no los incorporamos a nuestras campañas, perderemos la oportunidad de expandir nuestra presencia ante ellos, dejando el espacio libre a nuestros competidores.



                                     


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Fuentes:
(1)”Square deal”, The Economist, 16 de Junio de 2012
(2) “Cross-channel marketing report 2012”, estudio realizado por Econsultancy y Responsy, encuesta a 650 empresas y agencias entre April y Mayo de 2012.
(3) “2012-13 Ecommerce Outlook Report”, estudio realizado por MultiChannel Merchant, encuesta online a 952 empresas entre Abril y Mayo de 2012



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Autor: César Pérez Carballada
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